Yo creo que lo que te pasa es que te acojona que haya alguien ahí fuera dispuesto a ayudarte, a quererte. Sí, te da miedo que de repente descubran que en realidad eres alguien a quien no merece la pena querer.

Hablemos de amores imposibles...

De esos que deseas con todas tus fuerzas ver florecer, de los que te hacen reír y llorar en cualquier momento de tu vida. De esos tan difíciles de mantener, de los que se esconden tras grandes obstáculos, de los que no tienen solución, de los que es mejor olvidar pero difícil dejar pasar. De los que te cambian la vida, la forma de pensar, de los que te cambian todo.
Pero lo más importantes es que de amores imposibles pasan a ser amores improbables, o tal vez posibles.

Sentir mariposas en el estómago, notar como cada vez que te mira, cada vez que te habla, que te sonrie es como si algo en tu interior se forjara cada vez más. Y cada vez que falta, que no lo ves, que no lo sientes es como si algo te faltara, como cuando corres y corres y llega un momento que no puedes más, te paras y notas como el aire te falta y te das cuenta que el aire, respirar es necesario. Cuando somos pequeños nos cuentan miles y miles de cuentos donde todas las princesas encuentran a su príncipe. A veces convertido en sapo que con un poco de ilusión y fe, se convierte en el soñado príncipe azul. ¿Pero qué pasa cuando lo encontramos, cuando sabemos que él es el adecuado, cuando nos gusta de verdad? ¿Qué debemos hacer? Desde pequeños nos enseñan como sumar, como saltar para llegar más lejos, como jugar, nos dan lecciones. Y a veces lo único que necesitamos es a alguien que nos diga:

¡VAMOS, A DELANTE, TODO SALDRÁ BIEN!